Incendis. Noches de guerra y catarsis

No extrañe a los vecinos ver, durante el próximo mes de diciembre, escenas parecidas a las que se vivieron entre febrero y abril de 2012 ante las puertas del Romea. Durante aquellos meses, este teatro hizo hervir las entrañas a miles de barceloneses que salían, a mitad de la función, a mitigar su ahogo, entre espasmos y accesos de llanto, a la entrada de la calle Hospital. Entre el 5 de diciembre y el 6 de enero, otros tantos espectadores podrán venir a fustigarse a nuestro barrio. Incendis vuelve al Romea.

Wajdi Mouawad, autor teatral de Incendis, podría haber vivido en el Raval. Sin embargo este descendiente de refugiados libaneses fue a dar con sus huesos a Canadá en 1983. Francófono, vivió durante años ajeno a la guerra civil que le había empujado a crecer y criarse en las antípodas del Líbano. Pero la Historia siempre llama a la puerta y en 2003, después de un rastreo obsesivo por los dolores de sus raíces, por las raíces de su memoria, Mouawad dio a luz a una hija: Incendies, que forma parte de la cuatrilogía teatral Le sang des promesses. Y el inigualable elenco de La Perla 29, arropado por Oriol Broggi y su equipo técnico, tomó el postigo para acercar la Historia a los espectadores catalanes.

Y escribo Historia, con mayúsculas, porque, aunque Incendis no es estrictamente una obra de teatro histórica —es atemporal, inventa personajes y situaciones, no se define geográficamente—, transmite el horror de las guerras del siglo XX con una lucidez apabullante.

Guerra, prisión y canto

Partiendo de algo tan universal como la relación de unos hijos con su madre, Mouawad desgrana las vivencias de tres generaciones de mujeres libanesas de una misma familia, atravesadas por un nombre: Khiam. Durante la segunda ocupación israelí del Líbano (1982-2000), en la cínicamente llamada Operación Paz para Galilea, Khiam funcionó como centro clandestino de detención utilizado por el Ejército del Líbano Sur (ELS), a las órdenes del Estado de Israel. Por allí pasaron y fueron torturados sistemáticamente, durante quince años, entre dos y cinco mil libaneses y palestinos. Cuando Israel abandonó el Líbano, en el 2000, muchos de los verdugos de Khiam cruzaron la frontera de Israel (a cuatro kilómetros de la prisión) y eludieron la justicia. Otros, como Antoine Lahad, jefe del ELS, se refugiaron en lugares más lejanos y occidentales como Canadá —paradojas de la vida—, hasta que sus servicios fueron nuevamente requeridos por los sionistas para realizar trabajos sucios en la guerra de Irak, en 2007. Veinte años antes los integrantes de la resistencia libanesa ya tenían marcado a Lahad como un objetivo. En 1988, una joven comunista, Souha Bechara, atentó contra él disparándole dos balas al pecho. Por ello fue llevada a Khiam, donde pasó diez años de su vida, cantando para no enloquecer. Souha es uno de los personajes reales que inspiraron a Mouawad en la creación de Incendis. Souha es «la mujer que canta».

Esencialmente femenina, Incendis es una obra que habla de monstruos universales y silencios. De la crueldad presente en cualquier guerra fraticida. De compromiso y también, por suerte, de amor. A la dignidad y a los hijos. A la memoria y a la Historia contadas desde lo cotidiano.

Los actores Clara Segura y Julio Manrique, inmensos en escena, encarnan a los hermanos Marwan, cuya herencia, a la muerte de su madre, será descubrir un pasado trágico. Y hasta aquí puedo contar. No más. Incendis es una tragedia lírica que genera una sensación de catarsis inigualable. Conviene ir pertrechado. Pañuelos y estómago, imprescindibles.