Kevin Oliver Cotter: plumas rebeldes

 

Amigo de sus amigos,¡qué señor para criados y parientes!
¡Qué enemigo de enemigos! ¡Qué maestro de esforzados y valientes!
¡Qué seso para discretos! ¡Qué gracia para donosos!
¡Qué razón! ¡Cuán benigno a los sujetos!
¡A los bravos y dañosos, qué león!
Jorge Manrique, Coplas a la muerte de su padre

 

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Kevin Cotter, era irlandés de Cork, ciudad con una histórica tradición rebelde frente a Dublín, de la que quizás aprendiera a no callar. Kevin no lo ha hecho. Ya lo conocía de oídas por la normalizada y frecuente endogamia en la parte liberal de la gran familia lgtb cuando un señalado 28 de junio, en Sant Jaume, ahí estaba con sus gafas y sus famosas plumas blancas. Conectamos nada más vernos. Raro era no hacerlo con Kevin, fueses quien fueses, pues si algo le caracterizaba en principio era su generosidad, su capacidad empática y su aceptación de cualquiera.

 

Amaba Barcelona, pero sobre todo y por encima de todo amaba el Raval, a Curro, su perro, la música (que aprendió de su madre, a la que perdió hace un par de meses y a la que admiraba) y a su hermana Mary. Tenía una absoluta visión hedonista de la vida, aunque no siempre fue así, pues tras este Kevin, que acabó siendo Plu Tón, existió un abogado de traje y corbata, trabajando en Gibraltar, y del que le costó desligarse hasta que descubrió San Francisco, por un lado, y Barcelona, por otro, y ocurrió la metamorfosis (de siège de lʼautre côté du miroir). Ese espíritu de terrible enfant rebelde saltó a la luz y, según me contaba la semana pasada, nunca había sido tan feliz como subido al escenario como Plu Tón.

 

En Kevin sucedía como en el pentagrama, cinco líneas paralelas y equidistantes que jamás se tocan y que bien leídas embellecen el aire con música. Ésa era quizá su mejor capacidad y su mayor virtud. Convivían en él Plu Tón, Kevin Cotter, Santo Pablo, más aquellos nicks de páginas de contactos (Whose mind is like the wind on a sea of wheat),*1 cada uno con su círculo de personas a las que su partida logró unir en la Casa de la Solidaridad en un sentimiento de adiós y amor colectivo.

 

Cuando alguien muere, cada uno de nosotros tiende a contar la parte que ha vivido con él y, entonces, escuchando atentamente descubres que tras Kevin existió una persona disidente del pensamiento hegemónico, y un gran luchador contra las injusticias y la hipocresía del poder establecido. Contra la visita del Papa, la guerra, los bancos, la gentrificación de su barrio, apoyando a la PAH, a los preferentistas, a la asamblea del Raval, la lucha lgtb, pidiendo justicia por Juan Andrés Benítez, por Ester, y no sé cuántas causas más he oído estos días, que dejan claro que llegaba a poner su cuerpo y su megáfono de uso común por delante, cuando hacía falta, como gran valiente, vitalista y alegre, que siempre tenía una sonrisa para todos y una famosa palabra: «Divin@».

 

Kevin ha parado el tiempo sin pedir permiso en una acto de absoluta libertad. Admirado y admirador de muchos de vosotros, gente de barrio, sencilla pero, sobre todo y como él, valientes superhéroes de barrio, nos deja preguntas sin contestar, cuyas respuestas deberíamos buscar y encontrar entre todos los que, como él, queremos un barrio mejor, en una ciudad donde quepamos todos, en un mundo más justo.

 

 

Aunque todos los hombres matan lo que aman 
I follow rivers… con pastillas y polvos

 

 

Barcelona, 3 de mayo de 2016

 

1*Del poema Autumn journal del poeta irlandés Louis MacNeice.