¿Desde cuándo el acoso es más fuerte? Contadnos lo que pasa.
J- Desde enero de este año ha empeorado. Al principio venían de cuatro a seis policías, ahora hay días que son diez o doce agentes de la Guàrdia Urbana en la calle Robador. No nos permiten movernos o nos piden que circulemos, si estamos en los bares no nos permiten salir, si salimos a fumar nos obligan a caminar. Intimidan. Hay, además, algunos agentes que parece que gozan y disfrutan.
Nos hacen preguntarnos: ¿somos terroristas o armas peligrosas, tendremos un virus, de aquí no podremos salir…? Es un juego con nosotras, es estar a lo que quieran.
L- Mientras ellos disfrutan, nosotras estamos sin un duro en el bolsillo, en casa se acumulan los recibos de agua, luz, gas, teléfono, alquiler, matrículas, comedores, etcétera. Porque aquí la mayoría somos madres y algunas son abuelas.
J- Antes muchas trabajábamos solamente tres o cuatro horas al día, ahora estamos haciendo entre doce y catorce horas para poder llevar a casa al menos 20 o 30 euros, si los hacemos.
S- Son ya las 10 de la noche y aquí algunas no hemos podido trabajar. ¿Quién aguanta? ¿Qué ser humano aguanta eso? Después de hacer un montón de horas, llegado el mes, no tienes ni para pagar el alquiler.
J- Y no es una ordenanza que sirva para «liberarnos». No. Yo estoy aquí porque quiero, lo he decidido, hace veinte años que trabajo en el barrio. Tengo un piso porque lo necesito, nuestra tarifa son 20 euros y ya incluye la habitación.
La policía no es una protección para vosotras…
J- Hay una realidad: somos el eslabón más débil de la cadena, con eso juegan, como si fuéramos ratones. Y no somos ratones. La presencia de la policía no es una protección, es una humillación diaria, es un «aquí estoy yo», un «aquí mando yo». No creo que los ciudadanos les paguen para intimidarnos.
A- Estamos sufriendo incluso un acoso mayor frente a los clientes, que saben que estamos desprotegidas. No podemos acudir a la policía cuando realmente lo necesitamos y eso es muy grave. Si tenemos un problema tenemos que aguantar, si pasa algo con un cliente, yo sola tengo que plantarle cara, y como él cree que está prohibido abusa.
T- Es un acoso constante. A mí ha llegado a llamarme una agente de la Guàrdia Urbana cuando estaba entrando en un bar, diciendo que me ponía una multa porque le llamaba la atención, porque iba vestida de rojo.
J- O llegan a la calle y empiezan «¡venga, para adentro, vamos!» y nos tratan como si fuéramos ovejas. Si los vecinos bajan, la policía nos dice que no podemos saludarlos.
Pero, no entendemos, ¿os meten en los bares, os sacan de los bares?
A- Cuando estás en el bar, te pueden sacar del bar, y cuando estás fuera, te dicen que entres.
R- Hacen lo que quieren.
L- Si te cruzas con ellos, aunque estés sola te pueden multar. Si sales de tu casa, te pueden pedir papeles y darte una multa. Les ha pasado a muchas chicas, si te los encuentras en la esquina y no les gusta tu cara…
S- ¿Es justo lo que les voy a contar? Hace unos cinco días, estábamos todas mujeres dentro de un bar. Entraron dos policías, nos miraron y me dijeron a mí: «Venga usted». Yo me puse de pie y uno de ellos me dijo: «Su documentación», se la pasé y pregunté por qué. Me respondió: «Porque contamos: una, dos, tres, cuatro, cinco y hoy te ha tocado a ti». ¿Creéis que es lógico?
J- Es una humillación, es una persecución que no se aguanta.
A- Es un maltrato. Nosotras creemos que es lo que quiere la policía: maltratarnos. Hay varios tipos de maltrato y éste es uno. Es maltrato psicológico, hacer de nosotras lo que quieran.
R- Hacen la ley a su manera.
A- La Guàrdia Urbana hace la ley porque no existe ordenanza que diga que pueden maltratar. ¡Tanto dicen que defienden a las mujeres…! ¿Y dónde está la defensa? No nos defienden, por lo menos a las prostitutas de la calle Robador, no. Estamos desprotegidas, para empezar, del acoso y del maltrato psicológico de la policía. Por la noche, ¡ya hasta soñamos con la policía!
J- Se ha hecho una ordenanza sin contar con nosotras. Creen que somos invisibles. Si llegamos a la idea de hablar con la Síndica de Greuges es para que el señor Trias considere que somos personas. Porque el alcalde dice que somos esclavas del siglo XXI. Yo le digo al señor Trias que la esclavitud es ser ignorante y morirse de hambre. Pero que yo elija mi forma de ganarme la vida, no lo es.
Las personas que se han visto obligadas a bajarse los pantalones en zonas públicas lo han hecho también por el acoso de la policía, por no haber espacios donde se puedan ocupar. Los espacios por la noche son hoteles que cuestan 40 euros. Si te das cuenta que nuestra tarifa es de entre 20 y 25 euros, con eso no puedes ir a ningún hotel.
¿Os habéis planteado dejarlo por esta presión?
J- No, claro que no. Es mi forma de ganarme la vida. Yo la he elegido. ¿Por un trabajo de 600 euros? ¿Pago yo el alquiler con eso? Yo he cotizado durante 21 años, pero a pesar de haber trabajado cotizando siempre he ejercido la prostitución. Porque con un solo sueldo no saco a mis hijos adelante; tengo dos chicos, uno ya en la universidad. O sea, no somos familias desestructuradas, no somos drogadictas, no somos delincuentes. El cliché que tienen de la prostitución no es cierto.
A- ¿Creen que me tengo que conformar con una vida de estar fregando escaleras? ¿Por qué, si no lo he elegido antes, tengo que hacerlo ahora? No. Continuaré siendo prostituta porque me encanta, es mi oficio. Lo escogí yo
¿Qué esperáis de la reunión mantenida con la Síndica de Greuges?
J- Para empezar, que se nos oiga, no somos fantasmas. Somos personas y detrás nuestro hay un montón de familias. Tenemos esperanza y no nos la van a quitar. Porque yo elijo la calle, no molesto a nadie. A nadie le pongo un revólver en la cabeza para que entre conmigo, ni voy gritando, ni voy tirando basura. Y somos muchas. Es cierto que hay quien grita o hace cosas que no debería pero estamos dispuestas a hacer una propuesta para interactuar entre la comunidad de vecinos y nosotras. Que nos escuchen y vean que no somos demonios.
¿Vuestro objetivo ahora es sentaros con el alcalde y con los vecinos?
Sí, para empezar sentarnos con el alcalde. Me parece que él, en el lugar en el que está, debería empezar a jugar al ajedrez y componer cada ficha de juego para que todas podamos intervenir. Desde el político más alto hasta el mendigo más bajo, ésta es su comunidad y lo que no puede hacer es ponernos en escalera. ¡Anda! ¡Como tú eres el último eslabón, ahí te quedas!
A- ¿Sabéis por qué hace esto la policía? Porque no tenemos un sindicato de prostitutas. Si lo tuviéramos, para defender nuestros derechos, la policía no podría quitárnoslos. No pasarían ni la mitad de cosas que están pasando en la calle Robador y en ninguna otra parte.
¿Creéis que es posible un sindicato?
A- Claro, algunas de nosotras venimos de países donde ya existen sindicatos de prostitutas.
S- ¡Y son países «del Tercer Mundo»!
¿Y qué pasa con los vecinos?
J- El problema del barrio es que han especulado. El Ajuntament hizo una especulación cuando planificó el Raval, en la cual dividió el barrio. Prometió zonas verdes y un montón de infraestructuras que no fueron realizadas. Entonces, algunos consideran que somos nosotras, las prostitutas. Igual mañana dicen que las mezquitas hacen bajar los precios de sus pisos. El problema es que mostraron sobre plano unos apartamentos maravillosos a dos pasos del Liceo. Cuando los vecinos fueron expropiados y trajeron a los nuevos, les vendieron una película pero la realidad es otra. La realidad es que nosotras también estamos aquí.
¿Sois vecinas del barrio?
J- Algunas sí, otras no.
A- Yo sí y sufro acoso cuando salgo a la puerta de mi casa. Parece que tengo que quedarme presa. Yo soy prostituta pero hay días y horas en que no estoy trabajando, salgo para comprar, para sacar la basura, como todo el mundo.
S- Con los vecinos antiguos no hay problema. Porque van de generación en generación, estaban las abuelas y ahora están los nietos.
J- No, con los vecinos antiguos casi con ninguno. Aquí se divide entre judíos, en los números pares del bloque nuevo, y en los impares estamos los palestinos. Hay problemas en el barrio, claro: hay peleas, hay ladrones. No podemos negar que la convivencia a veces es conflictiva. Incluso entre nosotras, estamos recluidas en cien metros porque nos prohibieron estar en otras calles. Es normal que haya roces.
¿Es sólo la prostitución o hay otras razones?
J- Es un tema simplemente de especulación de terrenos. Nada más. Hay que destruir el «gueto». Están buscando la forma de que no reviente todo y el «gueto» se rebele y se ponga a tirar botellas.
A- Lo que deben tener claro es que las prostitutas de Robador no van a dejar de serlo porque los políticos quieran. Eso ya se lo pueden quitar de la cabeza. Ése es un sueño que nunca van a realizar. Nunca.
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