Amargura

Alazor.
Del ár. hisp. al’asfúr y este del ár. clás. ‘usfur,
m. Planta anual de la familia de las compuestas, de medio
metro de altura, con ramas espesas, hojas lanceoladas y espinosas,
flores de color azafrán que se usan para teñir, y semilla
ovalada, blanca y lustrosa, que produce aceite comestible y
sirve también para cebar aves.

Como todo bien de lujo que se precie, el azafrán también es víctima de innumerables imitaciones y falsificaciones. La más común se lleva a cabo gracias a las flores de alazor y es vulgarmente conocida como «azafrán americano». Su sabor, respecto al del azafrán, es más amargo. Asimismo, el obsceno lujo que envuelve a la monarquía marroquí está teñido de amargura desde hace más de cinco décadas, con la desaparición de una de las personalidades más relevantes de la historia reciente de Marruecos: Mehdi ben Barka.

Ben Barka nació en 1920 en el seno de una familia humilde de Rabat. Poco se conoce de su infancia, más allá de que sus padres solo pudieron escolarizar al mayor de sus hijos, y Mehdi, acompañando a diario a su hermano hasta la escuela fue invitado por la maestra a seguir las clases. Pronto demostró ser un niño brillante y continuaría con sus estudios hasta lograr licenciarse en Matemáticas con el mejor expediente de la facultad. Amplió su formación académica en Argel y, luego, en París, mientras trabajaba para el fortalecimiento de las estructuras estudiantiles del Magreb, convirtiéndose además en vicepresidente de la Asociación de Estudiantes del Norte de Magreb. En 1945, es uno de los altos cargos del partido nacionalista Istiqlal. En 1956, una vez obtenida la independencia, el rey Mohamed V le nombra presidente del primer Parlamento, un órgano meramente consultivo, totalmente bajo el poder del monarca.

En 1959, junto con otras personalidades destacadas y militantes de Istiqlal, sindicalistas y miembros de asociaciones estudiantiles abandonan el partido y crean la Unión Nacional de Fuerzas Populares (UNFP), con un programa revolucionario que exigía una serie de medidas democráticas: la celebración de elecciones libres, la promulgación de una constitución, la implementación de la reforma agraria, el fin de la exclusión de las mujeres de la vida pública marroquí y el cese de todo tipo de «colaboración» con cualquier manifestación neocolonialista. Como líder de la izquierda marroquí y opositor contundente, defensor de un país independiente y moderno, Ben Barka denuncia las estructuras medievales de la política y los excesos absolutistas por parte del rey, viéndose convertido en el enemigo público número uno de la monarquía, en un opositor peligroso dentro y fuera del país.

En 1962, ya con Hasan II como monarca, Mehdi ben Barka sale ileso de un atentado. En las últimas semanas ha recibido numerosas amenazas de muerte, pero él sigue trabajando y viajando sin solicitar protección alguna.

En 1963, estalla la guerra fronteriza entre Argelia y Marruecos, la Guerra de las Arenas, a la que se opone públicamente, por lo que —en rebeldía— es condenado a muerte por primera vez en Marruecos. Tras meses en el exilio, acogido primero en Argelia por el presidente Ben Bella, reside sin domicilio fijo y vive durante los siguientes años entre este país, Francia, Suiza, Egipto y Cuba. Por aquel entonces, la capital argelina se había transformado en el refugio intelectual del cuestionamiento revolucionario internacional y allí se encontraban los principales dirigentes de los movimientos de liberación, como Amílcar Cabral, Malcom X y líderes de la lucha anti-Apartheid de Sudáfrica, entre otros. Incluso el Che Guevara, antes de viajar al Congo para dar apoyo a la guerrilla anticolonialista, pasó por el país del Magreb. En Argelia, Ben Barka lanza la publicación Revue Africaine, un órgano de agitación y reflexión antimperialista y antineocolonialista.

Acusado de traición y condenado a muerte por segunda vez in absentia, Ben Barka, inspirado por Franz Fanon y otros intelectuales anticolonialistas, trabaja para profundizar y consolidar los lazos de solidaridad con los diversos movimientos de liberación nacional. Pronto se convierte en interlocutor de Nasser, Sékou Touré, Ho Chi Minh, Castro, Mandela… Forma parte de la secretaría permanente de la Organización de Solidaridad de los Pueblos Afroasiáticos (OSPAA) y se dedica principalmente a extender esa solidaridad a los pueblos de América Latina, rechazando el maniqueísmo de la Guerra Fría e intentando aglutinar las diversas corrientes socialistas y de liberación nacional.

En 1965, se confía en Mehdi ben Barka la presidencia del comité organizador de la Conferencia Tricontinental de La Habana que se celebraría en 1966, reconociendo su capacidad como negociador y árbitro entre Moscú y Pekín.

Meses antes de la celebración de dicha conferencia, viaja a París para entrevistarse con el general De Gaulle, presidente de la República Francesa y, supuestamente, para ultimar los detalles del guion de una película sobre el movimiento tercermundista en la que intervendrían también Marguerite Duras y el director de cine Georges Franju.

El 29 de octubre de 1965, acompañado por el estudiante Thami Azemmuri, es secuestrado por dos miembros de la policía francesa frente al restaurante Lipp, en el bulevar Saint-Germain. Lo que viene después, tras casi seis décadas, sigue sin aclararse. Aunque hoy en día se sabe que, en la muerte del líder de la izquierda marroquí y del Movimiento Tricontinental, estuvieron implicadas la policía francesa, la CIA —temerosa del auge de los movimientos antimperialistas—, el Mosad —devolviendo favores a Hassan II— y los servicios secretos marroquíes.

Mehdi ben Barka nunca más apareció. Según diferentes testimonios, fue conducido a un chalé a las afueras de París donde fue torturado y asesinado por la policía secreta marroquí bajo la atenta mirada del general Oufkir, ministro del Interior marroquí que consideraba a Ben Barka su enemigo personal. Numerosos periodistas de diversos medios internacionales trazaron un posible rastro, pero muchos de ellos abandonaron sus pesquisas víctimas de amenazas de muerte y de chantajes. Gran parte de las personas presuntamente implicadas o que podían aportar algo como testigos murieron poco después en extrañas circunstancias, entre ellas los acusados de delito contra la vida de Ben Barka o el mismo estudiante Azemmuri, que fue encontrado ahorcado en su piso de París. Las principales fuentes del momento aseguraron que los restos de Ben Barka habían sido trasladados a Marruecos y disueltos en una cuba de ácido, aunque el libro Rise and Kill First, del periodista israelí Ronen Bergman, que pudo consultar archivos secretos del Mosad, asegura que fue enterrado en una cuneta a las afueras de París. Por otro lado, tras la desclasificación de los archivos secretos de la policía francesa, se comprobó que los documentos referentes a la desaparición de Ben Barka se habían esfumado.

En 1999, Hassan II muere. A la familia de Ben Barka se le permite la entrada de nuevo en su país, treinta y cuatro años más tarde. Con el nuevo monarca, el pueblo marroquí sueña con la llegada de justicia. Pero igual que la amarga muerte de Ben Barka, a la gente de a pie se le sigue vendiendo alazor a precio de oro.