A menudo, los análisis sobre la repercusión de los medios digitales se centran demasiado en la distancia del receptor: saber en segundos qué ocurre en El Cairo, Kiev o Gamonal desde un lugar en el que apenas se puede contribuir con un tuit a la marcha de los acontecimientos. La instantaneidad es quizá la parte más interesante para un tiempo en que velocidad y consumo son pilares ideológicos, pero no deja de ser algo que ya realizaban la radio y la televisión, variando si acaso los ritmos click for more info.
Pero lo más relevante no es el supuesto privilegio espacio-temporal de quien ve cómo las noticias se abalanzan sobre su salón climatizado a la velocidad de la luz, sino la ercanía a la realidad de grupos o personas que narran desde el terreno acontecimientos de los que forman parte y en los que están implicados.
Desde lejos
El mercado de noticias y contenidos hegemonizado por la prensa escrita, la radio y la televisión bajo el monopolio de los Estados o los grandes grupos de la industria de la información se ha basado, desde después de la Segunda Guerra Mundial, en la distancia y el distanciamiento de la realidad. Lo que denominamos «medios de comunicación de masas» y sus profesionales de la información han trabajado tanto moral como materialmente acorazados, a kilómetros de altura respecto a los hechos que nos contaban «con total objetividad». Incluso las corresponsalías «sobre el terreno», el periodismo «del corazón» o la explotación del «lado humano», fórmulas que siguen triunfando, explotan la estética y la fibra sensible de la cercanía, pero guardando convenientemente las distancias. Tanto el escenario bélico como la vida de los otros son platós pasajeros en los que los medios y sus profesionales no están sometidos ni a las causas ni a las consecuencias de la realidad que, literalmente, venden.
Desde cerca
Lo que han hecho ciertos usos de los medios digitales, desbordando circunstancialmente la capacidad de los mecanismos tradicionales de controlar y empaquetar la información, ha sido la comunicación desde la cercanía. Colectivos o individuos no encuadrados en ninguna de las estructuras de comunicación dominantes hasta ahora se han convertido en fuentes a menudo más verosímiles, ricas e interesantes que los ejércitos de especialistas y reporteros engrasados por estructuras multimillonarias, que se han mostrado como fósiles intelectuales frente a realidades vivas. Si bien existe una mitificación prescindible de la figura bloguera o tuitera, que obvia que en la soledad de nuestra pantalla o nuestro perfil no somos nadie, la construcción de información desde fuera de los medios convencionales y desde dentro de las luchas o los hechos ha conseguido generar una práctica y una cultura de la comunicación diferente al fast food informativo de la CNN y sus réplicas.
Con una enorme economía de medios, grupos implicados en la realidad misma de la que informan han tejido desde cerca lo que podemos llamar «una subjetividad enriquecida», más veraz en lo informativo y más auténtica en su relación con la realidad. Algo que, al contrario de los sermones de los altos directivos de las corporaciones de prensa más importantes, no se ha confrontado con el periodismo de calidad. En todo caso, lo ha nutrido –ya como incontrolados ya desde proyectos independientes–, pero al margen de los grandes aparatos de poder mediático.
Lo global en lo local
Que la cercanía haya adquirido una importancia capital en los usos de unos medios tecnológicos de alcance global, más allá de la aparente paradoja, tiene una profunda coherencia sobre todo en barrios como los nuestros. Las relaciones de poder, tensión, cooperación, intercambio, toda la complejidad de un mundo de migraciones y también de explotación está presente en cada palmo, cada casa, cada mano que se estrecha o ca da muñeca esposada después de una identificación racista. Contar lo que ocurre en la puerta de casa es situar lo que ocurre en el mundo desde un lugar en el que tenemos unas claves, una experiencia y una relación capaces de superar los lugares comunes y los análisis precocinados.
La repercusión de la cercanía
Evitando los falsos debates que confrontan entre sí canales como el papel o la web, si la cercanía está marcando en muchos casos la diferencia entre la mala y la buena información, la comunicación local –que ya tiene una importancia en sí misma– ha de construirse para multiplicar su alcance y su impacto. La repercusión de una comunicación a pie de calle, arraigada en el territorio, capaz de profundizar el conocimiento de la realidad acumulando el saber y la información de quienes patean, usan, reivindican y viven el territorio, ha de perseguir dos efectos: ser una de las claves para el éxito de las luchas y las resistencias, y enriquecer la idea de comunicación, empobrecida de forma extrema por los medios dominantes. Con paciencia, con humildad, para llegar muy lejos trabajando desde cerca.