CiU y PP plantean entregar licencias de hotel en edificios catalogados por rehabilitar

Suizo

Ciutat Vella vive la paradoja de ser la carta más alta y la moneda más devaluada de la política municipal. Todas las manos que se juegan sobre este territorio tienen una repercusión mediática de largo alcance pero, al mismo tiempo, sus habitantes y su futuro son un cero a la izquierda en las múltiples mesas de negociación. Por eso ejerce como moneda de cambio casi omnipresente en todos los entramados del ámbito municipal. Y por eso ha sido la carta oculta por Trias y Fernández Díaz para romper el bloqueo de los presupuestos municipales. El 28 de febrero, el portavoz del Grupo Popular anunciaba un acuerdo con CiU para acabar con la regulación hotelera establecida en el Plan de Usos y, pocos días después, se anunciaba la posible aprobación de nuevas licencias en edificios catalogados por rehabilitar. Acto seguido, las dos derechas anunciaban un acuerdo general para reactivar inversiones que se encontraban paralizadas. En definitiva, hoteles a cambio de oxígeno, y el centro de Barcelona, una vez más, daño colateral de una negociación desde las alturas de la baja política.

Este cuadro es peor aún por lo que tiene de teatralización. Al fin y al cabo, CiU y PP han defendido desde que comenzó la legislatura, sin discrepancia alguna entre ellos, pisar el acelerador turístico y hotelero. Por eso el acuerdo no es otra cosa que un trueque: capital mediático a cambio de tiempo, tiempo mediático para el PP por tiempo gobernable para CiU. Ésa es la base común del partido de los hoteleros. De todas maneras, y como veremos, por lo pronto el acuerdo tiene un componente más ideológico que práctico, al menos hasta que se de a conocer algún documento donde se concreten las modificaciones que se plantean.

Un intento de redistribuir la presión turística

El actual Plan de Usos, vigente desde enero de 2011, pivota sobre tres ejes fundamentales: la congelación de licencias en aquellas zonas de mayor densidad vecinal, la apertura condicionada de nuevos hoteles en las áreas menos pobladas y la movilidad de las licencias de las primeras zonas a las segundas. Podrían obtener permiso aquellos que trasladaran su actividad o que compraran una licencia, por ejemplo, para cerrar un hotel en el Raval y abrir uno nuevo en el Front Marítim o en el entorno de la Ronda Litoral.

La congelación de licencias afecta a cuatro grandes zonas, en las que los estudios realizados en su momento determinaban que no eran admisibles nuevos edificios hoteleros: el Raval salvo las zonas colindantes con las Ramblas, Pelai, Ronda Sant Pau y Sant Antoni, Paral·lel y el Puerto; Gòtic Nord y Gòtic Sud salvo los entornos de las calles Ample y Portal de l’Àngel; el Casc Antic, salvo las zonas colindantes con Via Laietana, Passeig Lluís Companys-Ciutadella y Ronda Litoral; y el casco histórico de La Barceloneta. En estas zonas, más que una prohibición explícita, se establece la imposibilidad de nuevas licencias en aquellos edificios que hubieran sido vivienda hasta el 1 de enero de 2005. Esta descripción ya define cuáles son las zonas dónde sí pueden ampliarse hoteles o instalarse nuevos, con la condición de «rescatar» licencias.

La lógica del plan era distribuir la presión turística a lo largo del territorio, aunque en un área tan pequeña, aplicando una visión integral, era dudoso que se hiciera realidad. De todas maneras, puede decirse que era una regulación en el sentido estricto: decía lo que podía ser y lo que no, dónde podía ser y dónde no. Pasó que el plan promovido por Itziar González había perdido la guerra incluso antes de su aceptación. Nada más aprobarse contaba con, al menos, doce excepciones, establecimientos que estaban tramitando la licencia de actividad y apertura antes de la aprobación de la normativa. Desde entonces, se han abierto, como mínimo, una decena de nuevos hoteles, fruto de la onda expansiva previa a la aprobación de la normativa (sólo el grupo Gargallo había adquirió en 2009 seis edificios para nuevas aperturas o ampliaciones).

Más allá de nuestro propio escepticismo, es quizás ahora cuando la norma estaría en condiciones de realizar un período de rodaje real, pero CiU y PP están pensando más en su desmantelamiento que en comprobar su desarrollo.

Licencias a cambio de rehabilitación de fincas

Pero del pacto entre CiU y PP por ahora sólo se ha conocido, y muy vagamente, algo ya planteado por el alcalde con anterioridad: la concesión de licencias para establecimientos de cinco estrellas en edificios catalogados por rehabilitar. A falta de más datos, aquí puede figurar una de las claves estratégicas para el futuro. Esto, por otra parte, no es nuevo. En general, actualmente diecisiete edificios catalogados albergan hoteles, de los cuales cinco pertenecen al grupo hotelero Gargallo. Todo indica que lo que pretende el partido de los hoteles, es la expansión y la captación de capital hotelero en el Distrito entregando lo que queda del patrimonio histórico a la industria turística.

Negociación en la cámara oscura Y todo se está gestando en la opacidad más absoluta. Si bien los déficits y limitaciones del Plan de Usos vigente fueron denunciados en su momento por el movimiento vecinal, en aquel caso fue posible, si no la participación real, sí la discusión abierta. En este caso, parece que la cocina del plan se ha instalado en la cámara más oscura de los reservados del Districte de Ciutat Vella o de la regiduría de Hàbitat Urbà.

 

Diecisiete fincas catalogadas son hoy hoteles

El Hotel Gòtic, el Suizo, el Barcino y el Rialto, son cuatro de los cinco edificios catalogados que pertenecen al grupo hotelero Gargallo, todos ellos en el Barri Gòtic. En este barrio se concentran la mayoría de las diecisiete fincas de Ciutat Vella que figuran en el Catálogo de Patrimonio Arquitectónico de Barcelona, y que en la actualidad albergan negocios hoteleros. Quince edificios del barrio, de un total de sesenta y siete catalogados en la zona monumental, prácticamente una cuarta parte del total. De esos diecisiete edificios, sólo uno fue concebido en origen como alojamiento turístico. Los restantes tenían un uso residencial, cierto que en muchos casos eran edificios señoriales. Pero éste no deja de ser un dato significativo sobre la sustitución de edificios destinados a vivienda por otros de uso turístico.