Ciutat Vella a pie de calle 2004-2014

Es el movimiento, el flujo de la gente, o simplemente el estar ahí de pie, en la calle, lo que va modificándose irremisiblemente a medida que crece el uso turístico de las aceras, de los paseos y también del asfalto en Ciutat Vella.

El lugar ya no importa tanto como el movimiento mismo, en una ciudad vendida cada vez más como experiencia. Esto supone la emergencia de otra cultura de la calle basada en una lógica de tránsito propia de lugares como el shopping center o el parque de atracciones. Ahí estamos nosotras, las residentes, a veces extras dóciles, mero atrezzo de una pasarela; otras veces intentando vivir, a empujones.

Han florecido todo tipo de ofertas basadas en la movilidad. Una auténtica fiebre deambulatoria. Rutas literarias, gastronómicas, históricas, políticas, de bares y discotecas, de museos, de «rincones ocultos», de tiendas… Rutas para todos los gustos, gratuitas, baratas o exclusivas; ya sean a pie, en bicicleta, sobre patines, en moto, en autobús o manejando artilugios eléctricos híbridos cada vez más sofisticados.

Esa nueva cultura callejera, marcada por la movilidad turistizada, se ha expandido en pocos años mucho más allá de los guiris y su transitar bobalicón. Las instituciones han promovido también sus propias rutas, más orientadas al consumo local. También proliferan las rutas reivindicativas que, a veces, han llegado a mutar en pequeñas manifestaciones de protesta.

Sería divertido dibujar una metarruta, compuesta de todas las demás. Casi no alcanzaríamos a ver el mapa, de tantas líneas trazadas.

Aquí, como no queríamos ser menos, os proponemos una ruta más. Una entre tantas..

¿Caminamos?

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3. Mercat del Born, erigido como nuevo icono del turismo cultural basado en la espectacularización de la memoria. El lugar, rodeado de falsos adoquines y presidido por una enorme senyera de 17,14 metros, es la guinda en un barrio- pastel que ya es, todo él, símbolo: el de la mercantilización elitizada de parte de Ciutat Vella. Hace años que el Born es el modelo del modelo Barcelona: políticas públicas abiertas en canal a la inversión privada ligada al turismo.

13. Forat de la Vergonya. Su pequeña fuente de trencadís sigue siendo la huella de una victoria popular. Su misma existencia muestra que no todo está perdido y que, a veces, la lucha vecinal contra el régimen público-privado que maneja los hilos de la ciudad, da sus frutos, aunque estos se limiten a una plaza no-dura continuamente transitada por patrullas policiales.

26. La Rambla. La atravesamos, como casi siempre, cruzando el río de gente. En una esquina, alguien vomita. Los camareros de las terrazas hacen slalom entre los coches y los botiguers benpensants claman al cielo que así, no. Y las autoridades asienten con la cabeza recordando una Rambla que nunca existió más allá del Liceo.

41. Desde Robadors hasta la calle Aurora, atravesando la Rambla del Raval. Aquí el Born queda muy lejos. Es el territorio de la gentrificación cultural fallida, la pobreza y una indisimulada militarización de las calles. El asedio y el control a las trabajadoras sexuales, a los migrantes y a todos los buscavidas que pululan aumenta por momentos. Huele a orín. Algunas pancartas exigen un «barrio digno» desde los balcones, pero es difícil saber a qué dignidad apelan. Huele a chamusquina. Palabras como «impunidad», «limpieza » o «peligro» se articulan en sentidos diversos.

55. El Puerto. Pasaríamos en primer lugar por delante del Museu Marítim, que hace unos días puso la alfombra roja en su puerta para acoger el aperitivo de la boda de un multimillonario indio. El éxtasis de un equipamiento público marca BCN. Seguiríamos andando hacia el Moll d’Espanya, convertido en la pasarela de un juego de espejos que es una cruda síntesis del conflicto social que sacude este distrito. De un lado, comensales extranjeros, bien servidos, apurando suculentos arroces y mariscos. Del otro, vendedores ambulantes, siempre alerta, por si hay que salir huyendo de los safaris de la policía.

75. Playas de La Barceloneta Un barrio bajo todos los focos de la especulación inmobiliaria, que se resiste a ser «bornizado » como gato panza arriba. Anochece y el Hotel Vela se recorta en el horizonte. Hay una placa que dice «Platja del Somorrostro. Barri de barraques 1875-1966». Justo al lado, empiezan abrir los bares y restaurantes situados a pie de playa. Los más selectos del litoral.