Vivimos en un distrito donde ni las estadísticas municipales pueden ocultar la pobreza. Nuestros barrios parece que no cuentan salvo para explotar su atractivo turístico como centro histórico y eso puede explicar que el divorcio entre la ciudadanía y las urnas sea aquí más profundo que en el resto de la ciudad o del país.
Según la última Encuesta de Población Activa (EPA), el distrito de Ciutat Vella de Barcelona tiene una tasa de paro 4 puntos por encima de la media de la ciudad (17,4 frente a 13,6%) y una renta disponible por habitante de 25 puntos por debajo de la media (en el Raval, el barrio con el índice más bajo de la ciudad junto con algunas zonas de Nou Barris, la renta ya era en 2010 un 38% menor, según las últimas estadísticas disponibles).
Récord de abstención
Si tomamos como hilo las sucesivas elecciones al Parlament de Catalunya, puede observarse que aproximadamente la mitad de las personas con derecho a voto nunca acuden a votar. En los últimos quince años, la convocatoria con un mayor índice de participación fue la de 2003, tras la que se formó el primer gobierno tripartito de Pasqual Maragall, con una participación en Ciutat Vella del 54,5% frente al 67% de media de la ciudad. Por el contrario, en las elecciones de 2010, que dieron el triunfo a Artur Mas, sólo fueron a las urnas el 47,5% de las personas con derecho a voto, frente al 62,3% de media en el ámbito municipal.
Las elecciones de 2012 marcan un cambio en esta tendencia de la participación a la baja, al igual que ha ocurrido en todo el país. Así, mientras la media de participación en Catalunya ha subido casi 10 puntos (69,5%) y la de la ciudad de Barcelona, 8 puntos y medio (71%), en Ciutat Vella la afluencia a las urnas ha aumentado casi 8 puntos, lo que significa una participación del 55,4%. Pero ni siquiera la mayor movilización electoral y esta cifra récord, que no se alcanzaba desde 1995, han conseguido sacar de sus casas a la otra mitad de ciudadanos y ciudadanas de Ciutat Vella con derecho a voto.
Por otro lado, hay que matizar este importante aumento de la participación electoral con un análisis territorial por secciones. En aquellas zonas donde la actividad comercial y de ocio es importante o, dicho de otra manera, en aquellas zonas donde la especulación y la presión turística han expulsado a los habitantes tradicionales de nuestros barrios, el índice de participación es cercano a la media de la ciudad, esto es, entre el 60 y el 70%: en el Raval, la zona comprendida entre La Rambla, Carme, Àngels/Montalegre y Pelai; en Gòtic, ambos lados del Portal de l’Àngel hasta Portaferrissa; en La Ribera, la llamada «zona del Born», la zona del mercado de Santa Caterina y el Pg. Lluís Companys/Comerç/Ciutadella. En contraste, existen sectores donde, pese a la participación récord de estas últimas elecciones, no se alcanza el 50% de electores, como es la zona del Raval comprendida entre La Rambla, Carme, la Rambla del Raval y Nou de la Rambla.
Grandes partidos no tan mayoritarios
Otra característica del comportamiento electoral del distrito es la enorme pérdida de peso de los dos grandes partidos —al menos hasta ahora—, CiU y PSC. En las elecciones del pasado noviembre, ambos sumaron en el distrito un raquítico 37,6% del voto. Ésta es una tendencia que, aunque con menos fuerza, también se da en el resto de la ciudad (41,3%) y de Catalunya (44,7%). La caída es espectacular teniendo en cuenta que en 1999 —año en que Pasqual Maragall intentó por primera vez hacerse con la Generalitat contra Jordi Pujol que, aun con menos votos que el PSC, obtuvo su última mayoría— ambos partidos sumaban el 75,4% de los votos del distrito.
Es cierto que esta pérdida de cuatro de cada diez electores (tres de cada diez, en Barcelona y Catalunya) no se reparte igual entre ambos partidos. En efecto, el descalabro general del PSC es todavía más sangrante en este distrito donde ha sido siempre el partido de referencia: en 2012 se situó en el cuarto puesto, con el 13,4% de los votos (sólo
trescientos votos por delante del PP), lo que representa la pérdida de más de dos de cada tres de sus electores de 1999 (41,8%).
Sin embargo, pese a la baja participación, los votantes del distrito mantienen un perfil más a la izquierda que la media de la ciudad y el país. Así, mientras CiU, PP y C’s obtienen porcentajes de voto siempre inferiores a los conseguidos en el resto de Barcelona y Catalunya, PSC, ICV, ERC y las CUP obtienen en todos los casos mejores porcentajes en Ciutat Vella. Lo que ha pasado con las CUP es significativo pues con un 6,2% de votos en el distrito casi dobla su porcentaje general (3,5%).
Demasiadas ausencias
Todavía existe otro dato que ahonda, si cabe, el divorcio entre la realidad del barrio y la electoral. A las bajas cifras de participación hay que añadir que, en el distrito, viven unas 103.000 personas, de las cuales unas 90.000 son mayores de dieciocho años, según las últimas estadísticas de población publicadas por el Ajuntament de Barcelona (2011). Teniendo en cuenta el censo electoral (51.745 electores) se puede concluir que aproximadamente el 40% la población adulta que vive en el distrito no puede votar pues carece de derechos políticos.
Mal vamos con un sistema en el que siete de cada diez personas en edad de votar no participan porque no quieren o porque no les dejan.
Quizá estas cifras puedan darnos una visión nueva del porqué de la violencia institucional que padecemos de forma cotidiana. En Ciutat Vella, es el propio poder establecido el que tiene clarísimo que no nos representa.