Noche electoral: ganó Obama. Era de esperar. Esa misma noche me encontré con Stewart Lewin, líder afroamericano de East Palo Alto, que me abrazó emocionado: «Vamos a tener acceso a la salud, como en tu tierra, donde no necesitas dinero para ser atendido, ¿verdad?».
—Verdad a medias —tuve que responderle—. Así era antes pero ahora nosotros estamos yendo hacia vuestro modelo. Se recorta el acceso a la sanidad y se privatizan la mayoría de los servicios médicos.
—No me lo creo —dijo él, escéptico— pero si está claro que esto no funciona y es injusto. No podéis volver atrás, sois un referente para nosotros.
Sin embargo, la reforma sanitaria impulsada por el gabinete de Obama no es tal. Consiste en que las compañías de seguros no podrán rechazar darte cobertura —como hacían hasta ahora— si tenías problemas crónicos de salud o eras propenso a tenerlos pero, obviamente, estas mismas empresas se beneficiarán de la ley, dado que, cuando se aplique, será obligatorio pagar un seguro. Acceso a la sanidad, sí, aunque abonando tu cuota obligatoria; muy lejos del concepto de salud universal que no deberíamos perder a este lado del charco.
En Estados Unidos, a finales de la década de 1960, nació el concepto de «Health Community Center» al amparo de la lucha sobre derechos sociales que implantaron los Black Panthers en Oakland. Martha Escobedo, nutricionista y promotora de salud de Ravenswood Clinic, nos habla sobre el tema: «Damos cobertura médica a personas de bajos ingresos; la mayoría, sin documentos legales y sin acceso a la sanidad. Les proporcionamos un programa médico y les explicamos los recursos que pueden obtener en el condado de San Mateo. Pero, sobre todo, lo importante es que sepan que existe una comunidad que lucha por sus derechos. Les animamos a que participen de ella a través de los programas comunitarios de recuperación de espacios públicos, la creación de huertos comunitarios o bien en los talleres de nutrición, cocina, agricultura orgánica, danzas o ejercicio. La salud también te la da el sentirte útil dentro de tu comunidad.
»Yo, más o menos, me puedo permitir pagar un seguro pero comparo la atención que me ofrecen y la que reciben mis pacientes y digo: “Este servicio es mucho mejor que el mío, más honesto, sin negocio de por medio y con una cobertura muy profesional. Nuestros pacientes tienen asegurada la atención primaria, odontológica, oftalmológica y nutricional.
»En Estados Unidos la salud es un negocio y el lobby de las compañías de seguros es enorme. El acceso universal a la sanidad no se puede convertir en algo de pago obligatorio. Casi 45 millones de personas en este país no tienen cobertura médica. Y ahora les quieren proporcionar una pero a cambio de un precio, claramente en beneficio de las compañías. Nosotros no entendemos la salud desde ese prisma y seguiremos luchando por una visión más comunitaria de la salud y por un acceso realmente universal. Ahora nos damos cuenta de que los pasos que se han dado aquí durante los últimos treinta años son irrecuperables en el ámbito de los derechos sociales. Con la salud no se juega».
Bob Evans pagó su seguro de salud durante 35 años. A los 65 le detectaron un cáncer de hígado y la compañía le dijo que, sintiéndolo mucho, no entraba en su cobertura. Decidió seguir el tratamiento y perdió la casa, el coche, su empleo y prácticamente a toda su familia, a la cual había arruinado. Después de dedicar toda su vida al trabajo, ahora pide y vive en la calle. Miles de Bobs viven en las calles de ciudades norteamericanas. Éste es el precio que se paga por dar rienda suelta al negocio de la salud.