Durante once años, Masala ha intentado afrontar algo tan difícil como elaborar una mirada a la vez crítica y empática con un espacio laberíntico, complejo y heterogéneo como es el centro de Barcelona. Y, a la vez, tener siempre un puente abierto entre lo que ocurría en nuestras calles y lo que pasaba tanto en la ciudad como más allá de nuestras fronteras. Desde sus inicios, hemos intentado romper los estereotipos que afectan a la realidad de Ciutat Vella y aplicar una noción radical de lo inseparable que es lo local de lo global. Creemos que sin una cosa y la otra, es imposible hacer periodismo de barrio en un distrito como el nuestro.
Hemos querido diferenciar la realidad conflictiva de la lectura criminalizadora y sensacionalista habitual. Entender e informar sobre este distrito no es convertirlo en ese espectáculo de policías y ladrones que tanto gusta a cierto periodismo que no alcanza los cinco céntimos de ética. Tampoco es el paraíso multicultural que pretende ofrecer el marketing institucional. Hablar de Ciutat Vella es hablar de múltiples formas de pobreza, de autoorganización vecinal, de movimientos sociales, de especulación y de planes urbanísticos para beneficio privado, de espacio público, de racismo institucional, de recortes sociales o de negación permanente de derechos. Las cosas de las que no se preocupa quien sólo vende una foto o un reportaje al mejor postor, ni quien tiene la vista puesta en la próxima jornada electoral.
Cuando hace diez meses decidimos dar un descanso a Masala habíamos sobrepasado una década de existencia sin otro apoyo que el de los colaboradores, los lectores y los anunciantes. En aquel momento, incluso para la gente que más creía en la necesidad del proyecto, existía una sombra de duda: que estuviéramos ante un final de trayecto. Pero aquí estamos. Durante este tiempo hemos estado repensando el proyecto a partir de las críticas pero también del reconocimiento que mucha gente nos ha hecho llegar. Hemos incorporado a personas cuyo bagaje y relación con los barrios creemos que mejorarán la calidad de los contenidos, hemos redefinido la forma de trabajar para facilitar la comunicación con quienes están en las luchas y hemos intentado mejorar la presentación. También hemos abordado asignaturas pendientes desde hace tiempo, como la web o la participación en las redes sociales, con lo que
queremos reforzar nuestra capacidad de romper silencios. Ahora toca plasmar en hechos las ideas, las intenciones y los deseos.
El momento que vivimos confirma la necesidad de una herramienta como ésta. En mitad de una crisis sistémica, en un distrito con el segundo mayor índice de pobreza de Barcelona, los efectos de las políticas de destrucción de derechos en materia de sanidad, educación o asistencia social, acentuarán algunos de los problemas endémicos de este barrio. Por otro lado, la escalada represiva
contra cualquier tipo de disidencia ya está dibujando un clima nada halagüeño para la respuesta a las políticas de destrucción social. En este sentido, las luchas sociales que se vienen articulando desde el 15M de 2011, sostenidas desde las asambleas de barrio y el resto de frutos de la indignación, y por los colectivos y asociaciones que desde hace años trabajan en nuestros barrios, conforman una geografía de resistencias de las que nos sentimos parte y cómplices. Un escenario en el que pensamos que Masala puede ser una herramienta de comunicación muy útil.
En cualquier caso, volvemos con el deseo de seguir siendo un medio portavoz de nadie pero altavoz de muchos, y con ganas de contribuir, en la medida de nuestras modestas posibilidades, a una Ciutat Vella que resista y que transforme su realidad.