Desde este verano llegan noticias difusas sobre la situación de la valla de Melilla y en el Estrecho. Los medios han hablado de miles de inmigrantes esperando a saltar la valla en los aledaños de Melilla, de una nueva «avalancha» migratoria, etc. ¿Qué tiene todo esto de cierto? ¿Qué ha ocurrido durante los últimos meses en Melilla?
José Palazón, presidente de la Asociación Pro Derechos Humanos de la Infancia (Prodein) de Melilla nos lo contó en las Jornadas de Formación, Reflexión y Acción sobre los Centros de Internamiento de Extranjeros, que se celebraron los pasados días 14 y 15 de diciembre en Barcelona. Hemos recogido sus palabras y, a continuación, os reproducimos un fragmento de su intervención, en la que explica qué ha sucedido, por qué se dan estos hechos y en qué situación se encuentran los migrantes que logran entrar a Melilla.
«Melilla es una ciudad del norte de África, de 14 km cuadrados, rodeada por una valla impresionante y horrible. Gente que ha estado en Estados Unidos o en Palestina dice que, como estructura, como muro, ésta es la más agresiva. La mayor parte de los inmigrantes que han entrado este año a Melilla lo han hecho precisamente por esa valla. Esto ha sido una novedad puesto que desde el año 2005 no pasaba. Antes llegaban con pequeños barcos o escondidos en coches pero la novedad este año no es que hayan llegado más inmigrantes, como dicen los medios. El número de inmigrantes que ha entrado a Melilla prácticamente ha sido el mismo que en 2011, lo que ha cambiado es la forma de entrar: saltando la valla.
»Hasta 2011 la numerosa población inmigrante que vivía en Marruecos lo hacía “con una cierta tranquilidad”: podían realizar pequeños trabajos y no se les molestaba mucho. Pero, a mediados de 2011, las cosas empezaron a cambiar: comienzan las redadas, detienen a gente y la expulsan hacia la frontera con Argelia, por Oujda. El gobierno marroquí presiona a los inmigrantes para echarlos de Marruecos y colocarlos en Oujda, que está muy cerca de la frontera de Melilla. Una vez allí, los inmigrantes saben que no pueden volver adonde estaban antes y buscan la salida natural, que es Melilla.
»Nosotros creemos —con la perspectiva del tiempo— que todo esto es un proceso absolutamente provocado, igual que pasó en 2005. Cada vez que hay un cambio de gobierno en España o se establecen nuevas relaciones entre el gobierno español y el marroquí se genera esta situación: se utiliza el tema de la inmigración como un arma para negociar. Eso es lo que ha sucedido en los últimos meses. Todo esto coincidió con una Reunión de Alto Nivel entre España y Marruecos [celebrada en Rabat el 3 de octubre de 2012]. Nosotros creemos que no fue una coincidencia, creemos que esta situación, que ha terminado con cientos de heridos y decenas de muertos, fue provocada. Los inmigrantes vienen a Melilla y, cuando están en la frontera, son presionados por el ejército marroquí y llega un momento en que, para escapar, no tienen más remedio que organizarse en grupos para saltar la valla.
El «ciclo» de Melilla
»La mayoría son devueltos de forma sumaria otra vez a Marruecos. Si entran por sitios donde no hay población que vea lo que está pasando, conforme llegan, los “cazan” —pero no sólo en el perímetro fronterizo, sino también por la ciudad—, los detienen y los sacan otra vez por la valla. Echan a todos los que pillan, sean veinte o cincuenta. Recuerdo que, en agosto, un grupo de cien personas andaba por la playa y, al día siguiente, habían metido en el CETI (Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes) sólo a tres o cuatro, así que faltaban los demás, por lo que debían de haberlos echado. Los trasladaron a la frontera, sin saber su nacionalidad, sin sus nombres, sin saber si había demandantes de asilo, si eran mayores o menores, sin saber absolutamente nada… Abrieron la puerta de la valla y se los expulsó. No os quiero ni contar cómo los suele recibir la policía marroquí.
»En África las cosas tienen otra dimensión; desde la Península no nos lo podemos imaginar. Es una barbaridad. Una noche en que hubo un salto —aunque nadie logró pasar— de cinco a siete de la madrugada, yo, personalmente, vi y oí cómo el ejército marroquí detenía a los inmigrantes, los esposaba, los mantenía en el suelo y los golpeaba con bastones en los brazos y en las piernas para herirlos. Yo lo vi. Los inmigrantes nos cuentan que les rompen los huesos de las extremidades para que no puedan andar. Estas situaciones se viven aquí.
»Después los llevan a Argelia y se inicia otro ciclo. Y así hasta que consiguen entrar alguna vez y acceder a la comisaría de policía, donde les rellenan una ficha, les toman las huellas y automáticamente entran en el CETI de Melilla.
Un «albergue» peor que un CIE
»El CETI depende del Ministerio de Trabajo y Asuntos sociales. Se concibe como un centro para acoger inmigrantes y prestarles los servicios sociales básicos. Se le da la consideración de “albergue” y esto tiene connotaciones importantes. Cuando en la Península detienen a alguien y lo meten en un CIE, a los sesenta días, si no lo pueden devolver, lo sacan a la calle. Aquí en Ceuta y en Melilla, como es un “albergue”, no tienen esa limitación temporal. Aquí hay chavales que se tiran seis años y, igual que en un CIE, tienen absolutamente todos sus derechos restringidos. Dentro del CETI, por ejemplo, las familias están separadas: hombres por un lado, mujeres y niños por otro. Durante dos, tres o cuatro años no pueden tener vida familiar ni conyugal, no hay intimidad, no pueden prepararse su comida, no tienen sitios de esparcimiento… […] Los chavales, lógicamente, cuando consiguen pasar la valla, piensan que ya están en España, en Europa, pero se encuentran en ese centro con un régimen interno horrible. Es cierto que pueden salir pero la ciudad mide 7 km por 2 y no pueden marcharse de ella, no pueden trabajar, no pueden hacer nada. […] La configuración jurídica, política y estructural de la ciudad es la de un centro de retención, es una cárcel con un patio grande, igual que un CIE.
»[…] Los chavales, se encuentran de pronto en un sitio del cual no pueden irse porque no tienen derechos. Cuando están en Marruecos pueden correr, esconderse, escapar de los militares, huir de la policía… están en plena lucha para conseguir lo que quieren. Y cuando piensan que lo han conseguido, se encuentran en el CETI y no saben luchar contra ese encierro porque no tienen acceso a nada. Por ejemplo, cuando llevan tres, cuatro o cinco años, no pueden ni presentar una solicitud de residencia por arraigo porque no se la admiten; el tiempo que pasan en Melilla no vale como arraigo. […] Fijaos cuál es su situación aquí que, dos veces a la semana, en la puerta de comisaría, se ven de 100 a 200 personas que esperan para entrar a Extranjería y presentar una solicitud para irse voluntarios a un CIE de la Península. Llegan a estar tan afectados psicológicamente que piden ir voluntarios a un CIE para estar allí sesenta días y que se acabe el tema: que les expulsen o quedarse en España. Ésa es la mejor alternativa que se les plantea aquí.
Superpoblación en el CETI
»Actualmente en el CETI de Melilla, que tiene capacidad para 470 personas, hay cerca de 900. Unas 50 o 60 salen cada semana con un salvoconducto [un permiso de viaje para ir a la Península y desde allí volver a su país de origen] o con destino a los CIE peninsulares pero en el CETI la gente está absolutamente hacinada. Y no es porque hayan entrado muchos más que otros años. La cuestión es que siempre procuran mantener el CETI en un nivel de ocupación tal que, si entran 100 chavales más, se sobresatura. Y eso vende mucho: “En Melilla hay un problema”, “el CETI está superpoblado”, “¡los tenemos que retener porque si no inundan España!”, “necesitamos más dinero”, “hay que reforzar la valla”, “hay que ampliar el CETI”… Así que se trata de un negocio. Hay años en los que apenas ha entrado gente, entonces se corta el tema de los salvoconductos, la salida a los CIE y los dejan aquí cinco años para que cubran la cuota ésa de 450-500 que es necesaria para que el CETI se mantenga operativo. Independientemente del martirio que puedan sufrir luego en la Península, en los CIE, con las exclusiones, etc., éste es el ambiente que viven los inmigrantes en esta ciudad.»