«Yo no tengo nada que decir. De la plaza ya está todo dicho. Para algunos está mejor y para otros sigue igual», dice, periódico en mano, uno de los vecinos que cada mañana va a visitar a nuestro superhéroe, Basilio, asu puesto de trabajo. Del Forat se ha hablado y escrito mucho y, en los últimos meses, abundan noticias relacionadas con abusos policiales o el uso de la censura por parte del Ayuntamiento, como cuando decidió retirar una instalación fotográfica a pie de calle que denunciaba las innumerables redadas que practica la policía en el barrio de Sant Pere. En este contexto y a seis meses de su jubilación, no podíamos perder la oportunidad de entrevistar a Basilio, un vecino muy conocido y querido del barrio.
Vive aquí desde 1975: «Ya había estado una temporada en 1967, me gustó mucho la vida de barrio, sus vecinos, sus comercios, las actividades en la Penya Barcelonesa, la confianza que había entre todos… Tuve que regresar a mi tierra, Galicia, eso sí, sabiendo que volvería a Barcelona para quedarme. Cuando volví en 1975 abrí mi almacén destinado al reciclaje de papel, algo que por entonces apenas se hacía. Poco a poco mi trabajo se fue conociendo por toda la ciudad hasta que un día, hará más de diez años, vinieron los del Ayuntamiento a preguntarme si quería que mi local también fuera un Punt Verd y les dije que yo ya tenía trabajo. Después, hace unos cinco años, los vecinos empezaron a pedir un Punt y entonces dije que sí, porque yo también soy vecino». Justo después de pronunciar la palabra vecino me agarra del brazo y, aunque esté cayendo lluvia de octubre, nos dirigimos al centro de la plaza. Entonces empieza a señalar con los brazos lo que ya no está: «Todo esto eran edificios y justo en ese lado había una plaza para los críos y para quien quisiera. Todos aquellos pisos los derrumbaron, menos aquél, que es donde nació el abuelo de Maragall. Fueron momentos tristes y tuvimos las obras plantadas mucho tiempo, cosa que nos impedía olvidar que muchos vecinos se vieron forzados a dejar sus casas. La mayoría se instalaron en la Barceloneta y ahora se encuentran con otro problema, que allí la vida es mucho más cara porque el Ayuntamiento lo está convirtiendo en un escaparate para los turistas. Hay dos cosas que no podemos controlar: los precios y las mentiras de los políticos, sean del color que sean». La lluvia no para y Basilio tampoco deja de recibir saludos de la mayoría de transeúntes, algunos de los cuales se acercan a estrecharle la mano; otros, desde lejos, muestran sus respetos. «Está claro que no todos los vecinos pensamos igual, pero lo importante es que, aunque despertáramos tarde, no cedimos ante cosas que no creíamos. Por ejemplo, el plan urbanístico incluía un aparcamiento subterráneo y no es que nosotros no lo necesitáramos, sino que rápidamente intuimos que no se construiría para los vecinos sino para los que están de paso, los turistas.»
Del presente destaca: «Tenemos un problema con los jóvenes. Veo que no hay muchas posibilidades para ellos. Muchos crecieron durante el boom inmobiliario y entonces había trabajo precario y con nóminas engañosas. Pero desde 2007 muchos se han quedado sin qué hacer. Y, mientras tanto, los políticos prefieren gastar tiempo y dinero en rescatar bancos, cuando a todos nos parece más lógica una política preocupada en encontrar soluciones para los jóvenes. Además, tampoco me gusta que se relacione la violencia o los robos con los inmigrantes. Nosotros somos un país de emigrantes, sabemos lo que es que no te quede nada y tener que hacer cosas desagradables, como ahora nuestros hijos, que se encuentran ante pocas oportunidades y han de irse lejos de casa a buscarse la vida. ¿Qué le queda a uno cuando lleva años sin poder trabajar?».
Basilio indica que debe volver al almacén, le queda trabajo por hacer. «Yo me jubilo en medio año y por suerte mi hijo tiene la posibilidad de mantener el negocio familiar. Eso mientras pueda, porque el papel cada vez tiene menos vida… Ya sabes, hacemos lo que podemos y, por ello, puedo decir que la mayoría de vecinos estamos contentos con lo que logramos. Un barrio para los del barrio.»