masala és barreja d'espècies
Revista d'informació, denúncia i crítica social a Ciutat Vella
Nº 74 – juny 2017

TH

Se convirtió en un boom porque todo el mundo les tenía muchas ganas. Lo ocupaban todo a su antojo, no tenían en cuenta a los habitantes, pagaban sumas astronómicas por cualquier mierda y hacían que el precio de la vida se disparara. Vivir era cada vez más caro, siempre más caro, y se seguían construyendo hoteles. Los eventos culturales eran para ellos. Todo era por y para ellos, porque ellos traían la pasta. Traían la pasta, pero eran ignorantes y molestaban y no tenían curiosidad por comprender de verdad esta ciudad centrifugadora que era nuestra casa.
Por eso el tourist hunting se convirtió en un boom, porque la gente les tenía mucha rabia.

Se estaba inaugurando un hotel en las Ramblas, allí donde antaño había habido una casa de colores con ojos en la fachada. Bajábamos con cabreo y aburrimiento —a partes iguales—, porque hacía frío, porque no teníamos porros, porque el padre de A era un cabrón, porque el mío también, porque a S a veces se le giraba la cabeza y tenía problemas en el instituto, por lo que fuera…

Un montón de gente guapa y pija y moderna llenaba la entrada —¡el hall!— del edificio y ocupaban también la acera, conversando y riéndose.

—¡Qué asco!
—Ya, ya…
Paramos a curiosear y, cuando me di cuenta, S estaba empezando a inventarse un mantra:
—¡Es que me voy a cagar en todos vosotros, me voy a cagar aquí, te lo digo! Te digo que me voy a cagar en todos vosotros, ¡h ostia!

Va y se pone a caminar entre la gente… y se mete para adentro… y yo detrás, porque no me fío un pelo y porque me da la risa, aunque a veces luego haya que correr, y A también le sigue, partiéndose la caja.

—¡Que me voy a cagar aquí, que sois unos mierdas!

Se baja los pantalones y se pone a apretar, con la cara muy seria, el ceño fruncido. A —que también déjala correr— se suma a la fiesta y empieza a gritar:

—¡Vuestro fin está cerca, turistas de mierda, ricos de mierda! ¡Invoco a las fuerzas del infierno y a los vivos y a los muertos! ¡Que os persigan y os vomiten en la cerveza! ¡Esta ciudad os maldice! ¡Guarros!

Algo así, dijo. Y los miraba con cara de bruja que sabe lo que se hace y les enseñaba los dientes y bizqueaba. Mientras, S, tras mucho apretar, había dejado un truñito de conejo en el suelo que daba risa.

Como siempre que dábamos la nota, yo lo pasaba un poco mal, pero bastante bien, y aguantaba el tipo hasta que había problemas serios, en cuyo caso entraba a defender a mis colegas.

S se estaba abrochando los pantalones mientras A seguía gritando barbaridades apocalípticas cuando apareció el de seguridad muy cabreado y nos echó a empujones, aunque ya estábamos medio yéndonos.

A los guiris no se les ocurrió otra cosa que grabarlo y colgarlo en Internet, y en unos días se había vuelto «viral». No sé si era la puesta en escena o qué; es verdad que parecía hasta preparado.

Otros jóvenes empezaron a grabarse boicoteando eventos o molestando a los turistas. Y eso fue llamado «Tourist Hunting» o «TH», de turista y de hunt, que es «cazar» en inglés.

Se puso de moda el #pagaelguiri, que consistía en ir a las terrazas de los bares y beberse las copas de los turistas. Más de uno acabó a hostias o en comisaría.

Otra modalidad de TH era el #tiroalblanco. Consistía en dispararles con pistolas de juguete. La gente las llenaba con meados o pintura o lejía y salía a cazar grupos de turistas borrachos o hacían puntería desde los balcones. Marcaban las puertas de los edificios de apartamentos turísticos e, incluso, unos frikis se motivaron e inventaron misiones —con mapas y todo—, que luego la gente podía probar, como si de un juego de rol se tratase.

Esto se convirtió en lo que la prensa tildó de «un tema controvertido» o también «un tema que tiene a todo el país muy preocupado». Se empezó a hablar del #FenómenoTH en la tele y los opinólogos comentaban que «claro, la calidad de la enseñanza» y «la mala educación» y «el malestar social» y «el gamberrismo ilustrado».

Algunas asociaciones de vecinos defendían y celebraban esta práctica juvenil y, en los balcones de las casas aledañas a los hostels, podían leerse pancartas con ingeniosas frases contra el turismo.

Durante un tiempo vimos con sorpresa que descendía, mágica y radicalmente, la cantidad de guiris que pisoteaban nuestras calles.

Pero eso, como todo en esta vida, acabó convirtiéndose en historia, a fuerza de dejar pasar los años. Algunos aún hoy se sorprenden cuando oyen hablar de aquella época loca.

Y, ahora, pues… lo que ya sabes. El tourist hunting se ha convertido en una experiencia inolvidable al alcance de los bolsillos que pueden permitírselo. En la reserva del hotel de las Ramblas, que se jacta de ser el origen del mundialmente conocido #FenómenoTH —el mismo hotel en el que cagó S—, está incluido el uso del SuperCañónColorVIP —marca registrada— para defenderse de los habitantes más gruñones y malhumo­rados de la ciudad.

Desde la sala de juegos del hotel, es posible disparar a los «ciudadanos runner», que se diferencian de los normales por la camiseta amarilla y la diadema de luces. Un ciudadano runner cobra dos euros la hora por pasear alrededor del hotel y dejarse disparar.

Los jefes son unos mierdas, pero los compas son gente muy maja. Yo me bajo siempre con la Línea 3 desde la Trini —me mudé hace cuatro años ya—. En realidad, es un momento.

Y esta es la movida.

¿Entonces qué? ¿Les paso tu contacto, a ver si te pillan?