La noche del 27 al 28 de junio, víspera del día del orgullo LGTB, la clientela del Bar 23 Robadors y de La Bata de Boatiné conocido punto de encuentro de la comunidad gay-lésbica-trans sufrió una muestra de violencia y prepotencia que, al paso de los días, ha servido para mostrar que lo ocurrido esa noche es más habitual de lo que pueda pensarse. Unas seis o siete furgonetas de la Brigada Mòbil de los Mossos d’Esquadra irrumpían en la calle Robador, entre las tres y las cuatro de la madrugada, reteniendo algunas de las personas que en ese momento se encontraban en la calle, entrando con violencia en ambos locales y sacando a la clientela o reteniéndola en su interior. Decenas de personas fueron colocadas contra la pared, registradas y en algunos casos golpeadas e insultadas. Concretamente, un cliente del 23 Robadors afirmó que «tras pedir a uno de los agentes que dejara acceder a los lavabos a una chica que se encontraba conmigo al fondo del local, uno de los agentes me empujó contra la pared, amenazándome.»
Los locales afectados denunciaron en un comunicado que «tanto los establecimientos como los clientes sufrieron daños materiales, agresiones físicas, vejaciones y amenazas» y llamaron la atención sobre la clara vulneración de la presunción de inocencia: «se habla de once detenciones pero que sepamos ninguna de ellas se ha producido en nuestros locales. Estaría bien saber de dónde viene la orden ya que, para ordenar allanar un establecimiento, debe haber una presunción de delito, que se ha mostrado inexistente.»
La unidad responsable de este operativo ya había realizado varias intervenciones, esa misma noche, en la Barceloneta y en el mismo Raval. Esta unidad policial realizó su fin de fiesta celebrando, a su manera, el día del orgullo LGTB. Los hechos de Stonewall de 1969, que originan el 28 de junio como fecha internacional contra la persecución homofóbica, lesbofóbica y transfóbica, se refieren precisamente a una redada policial contra un local del barrio neoyorquino de Greenwich Village, punto de encuentro de la comunidad homosexual. Lo más probable es que los agentes que irrumpieron en 23 Robadors y La Bata de Boatiné ni siquiera tengan conocimiento de este precedente y, por tanto, sin saberlo, han asociado su actuación a uno de los símbolos más universales de la infamia.
Pero esta acción, además, ha dejado en evidencia que la violencia policial ejercida esa noche no es una excepción sino una regla aplicada, eso sí, de manera selectiva y discriminatoria. Días después de los hechos, varios locales de ocio del Raval y el Gòtic denunciaban la persecución permanente por parte tanto de la Guàrdia Urbana como de los Mossos d’Esquadra a locales que tienen en común «ser negocios familiares de pequeño formato». Durante el acto, señalaron que una semana antes se había producido «el mismo operativo, con los mismos métodos, en los alrededores de la plaza George Orwell». Los firmantes del comunicado 23 Robadors, La Bata de Boatiné, La Concha y El Sifó señalaron que «se está haciendo una aplicación discriminatoria de la ordenanza, habiendo locales que sufrimos cinco o seis inspecciones al año». Al respecto, remarcaron que la cuestión no se limita a lo que ocurre con sus establecimientos sino a «una dinámica de intervenciones policiales que tiene como consecuencia la estigmatización del barrio.»
En este sentido, pusieron de relieve la relación entre estas acciones y la política urbanística. Joan, uno de los propietarios del 23 Robadors, destacaba que «hay una relación matemática en estas redadas. Son bares que tienen los cafés a menos de dos euros y las birras a dos euros. Si quieren echar a la gente que no puede o no quiere pagar cuatro euros por una cerveza, lógicamente tienen que cerrar aquellos lugares donde no se ponen esos precios.»