masala és barreja d'espècies

La Covid a vista de cuervo

Ser cuervo tiene sus ventajas. He salido a volar a deshoras, porque la distancia en el cielo es infinita, sobre todo en ausencia de aviones, y no hay controles ni sanciones por perfil racial, por suerte para mi negritud. A vista de cuervo, he podido ver las colas de miles de personas sin refugio para el bombardeo; he aterrizado en las ventanas y he visto los ERTE ausentes de las cuentas corrientes; he podido escuchar el silencio abismal de las llamadas a Servicios Sociales; he acompañado a las madres reinventando la economía; la extrañeza de las criaturas encerradas en el espacio vital de una pecera; he percibido el miedo colectivo en los ojos, como la mirada de los axolotles retando a Cortázar; he compartido la rabia, la impotencia y el coraje de luchar. A vista de cuervo, he visto también los interiores con césped y piscina de la avenida de Pedralbes, los búnkeres ajardinados de la avenida de Pearson y los hoteles bunkerizados en el centro, como transfondo del desierto vital que corre al paso de la expansión turística. He aterrizado también en las ventanas de las redacciones, y he visto a periodistas reinventando el viejo teatro de la miseria como espectáculo de masas; y he visitado los balcones del poder desde donde se escuchan los aplausos, no se ven las colas y las ayudas son solo hasta fin de existencias. A vista de cuervo, he visto cómo nos dicen que «de esto salimos entre todas» mientras preparan la privatización de los botes salvavidas y nos ofrecen a crédito flotadores con obsolescencia programada. A vista de cuervo, después de bajar a ras de suelo, he visto que de esta solo salimos hundiendo sus barcos, marcando un rumbo propio.