Sanguíneo tránsito el de los últimos milenios. Tristeza y aburrimiento lo de las últimas décadas. Tanto rojas como azules, blancos, verdes o amarillas.
Poco propensos a darle fuerte al intelecto y con la mano que agarra la maza bloqueada. Los pies no quieren recorrer más manifestaciones, la voz no discurre en los debates, la espalda duele, cargada como va con sus contradicciones.
El placer que da la comodidad asentándose en el corazón. Alegres con balones que perforan mallas.Habitantes de la porción del mundo donde las indígenas hace más tiempo que fueron eliminadas.
No nos apetece discutir, solo vale el enfrentamiento. Moriremos de cáncer, en accidente de tráfico o nos reventará el corazón. Posiblemente lo haremos en soledad. Después, nuestro cuerpo no se pudrirá en la tierra, reposará entre cemento o será incinerado bajo reglamento higiénico. ¡Queremos tener, ni que sea, la oportunidad de fosilizar!
Defendemos valores ya olvidados, ni nosotras mismas los recordamos.
Aplicamos tácticas contradictorias y desconcertantes. Tal cosa nos quita peso político, aunque ciertamente dificulta la tarea policial.
La mente cegada por siglos de represión no se encuentra en condiciones de plantear modelos rompedores, llena como está de formas de vida inculcadas mucho antes del cristianismo. Conscientes, empero, de la belleza y de las comodidades que comporta la civilización Homo sapiens (ir a tomar una cañita), sabedoras de multitud de hombres y mujeres dignas de ser queridas e imitadas, no vemos otra forma de avanzar que no sea retroceder, desandar y volver hacia el punto en que, como especie, sufrimos unos de los procesos más extraños que haya visto jamás naturaleza alguna: la domesticación impuesta por una especie sobre ella misma.
Tal cataclismo se desarrolló vaya usted a saber cómo, dónde y cuándo, por no sabemos quién, pero, al fin y al cabo, este prevaleció en el devenir de un grupo animal. En este lapso es en el que buceamos, buscando causas, el devenir, los porqués que nos llevaron a convertirnos en un rebaño de ovejas humanas, en que el pastor es humano, el perro es humano, el hábitat reproducido es humano, donde se vende la sensación y el sentimiento de humanidad y, en realidad, se vive una vida de vaca estabulada, con la cornamenta aserrada (por si se revoluciona), con el cencerro en el cuello (para controlarla) y encerrada en cercados (para facilitar el ordeño).
Una de las consecuencias de este pésimo suceso, ha sido, por ejemplo, el aumento desorbitado del número de seres humanos hacinados en granjas de producción (ciudades). Tal suceso hace totalmente inviable otra forma de vida que no sea la subordinación y el encierro en hábitats artificiales.
No queremos ser felices, no nos interesa lo que le ocurre a una habitante de las antípodas, porque la tierra es plana y tal cosa no existe. Pero no queremos ir a trabajar; hay huellas que seguir: frío, hambre, danza.
¿Por qué dicha especie comienza un proceso de domesticación con la masa conformada por sus prójimos? ¿Quién sabe? Quizá lenta, pero inexorablemente, unas élites empiezan por domar a sus congéneres autodenominándose «pastores », «guías» o «líderes» de un rebaño en el cual se irán seleccionando individuos cada vez más dóciles y dependientes, sesgando las vidas y, por tanto, la oportunidad de reproducirse de las más salvajes, que irán extinguiéndose poco a poco, menguando tanto en número como en capacidad de organización comunal, ya que entre los rasgos seleccionados (y al igual que se hizo posteriormente con el perro) se encontrará el que imposibilita la socialización a nivel adulto (para supeditar al individuo a un solo amo, en vez de hacerlo partícipe en su comunidad).
Pero las salvajes paren tercamente a más salvajes y los pastores deben bregar históricamente y, sin descanso, para mantenerlos a raya. La ciencia salta en su ayuda, al rescate, para pasar desbocados del cercado a la cárcel, del palo en las costillas a los misiles de largo alcance, del puñetazo al tiro en la nuca, mientras dormimos en panales de hormigón cargados de ruido y soledad.
Observamos, ya rutinariamente, la paradoja que se produce cuando un perro vigila al rebaño de su amo defendiéndolo del ataque del lobo, al que ya no reconoce como hermano, sino como enemigo/delincuente, y al que persigue y da muerte si tiene la ocasión. Se trata de la misma función que ejercen los agentes de seguridad en nuestras calles, que defienden las propiedades del amo al mismo tiempo que a las ovejas dóciles, dependientes y entusiastas del yugo que les proporciona alimento y cobijo; el mismo que las llevará al matadero.
Sin embargo, aún quedan representantes salvajes de nuestra especie, como lobos en el monte, perseguidos, exterminados, encerrados en zoos, cárceles y reservas. En ellos nos reflejamos, pero nos negamos a luchar por sus derechos. Los perros no dan derechos a los lobos, las leyes de las ovejas humanas no incumben a los salvajes; los lobos no necesitan derechos, de la misma manera que un pato no necesita gasolina.
Nosotras luchamos por la destrucción sin límite de los corrales creados; una vez destruidos aparecerá una verde pradera donde probablemente nos depredarán o nos matará el frío.
No hay revolución posible, solo re-vuelta.
Todo -ismo, tanto conservador como revolucionario, queda englobado en este rango temporal, y aunque simpaticemos con algunos de ellos, no podemos más que condenarlos y reprocharles momentos históricos durante los cuales han sucumbido al pacto dentro de los marcos carcelarios y las fronteras impuestas por la civilización, loada hasta la saciedad por luchadores y represores a la vez, y durante todos los tiempos.
Hartos de tanta cháchara, hastiadas por el aburrimiento, conscientes de nuestra derrota y ante la imposibilidad de fumar en los bares, ¡nosotros y nosotras! —que vamos a decir quiénes somos y qué queremos— nos constituimos en el día de hoy en el brazo (a partir de ahora, «pata») armado de nadie, con el fin de destruir todo rastro de civilización humana que encontremos sobre la faz del planeta.
Así pues, fruto de la unión de los siguientes comandos afines:
Prehistoria y Dignidad
Gruñidos y Balas
Primates Armados
Orgullo Animal
Cerco al Humano
Banda Alada
Planeta Cuadrúpedo
Instinto Violento
Isiltasun Zaharra («Silencio Antiguo»)
Rebaño Humano
Enxambre Belicoso
Regresión
Mamíferos Íntimos
Rauxa Animal
Brutalidad
Paleoterrorismo
Cueva y Libertad
queda constituida la MA (Manada Armada) desde la cual lanzaremos vuestra tecnología sobre vuestras caras, sobre vuestros colegios, sobre vuestras casernas, sobre vuestros parlamentos, sobre vuestras cárceles, sobre vuestras empresas, sobre vuestras carreteras, sobre vuestras ciudades, sobre vuestros zoos, sobre vuestras asambleas, sobre vuestra televisión, sobre vuestro plástico, sobre vuestras vacaciones, sobre vuestra iglesia, sobre vuestra guerra, sobre vuestro dinero, sobre vuestros museos, sobre vosotros, vosotras, vosotres.
No venceremos, no conseguiremos nada, nadie nos hará ni puto caso.