masala és barreja d'espècies
Revista d'informació, denúncia i crítica social a Ciutat Vella
Nº 79 – gener 2020

Fatima Mernissi, sueños que rompen fronteras

La baisara puede ser un plato principal o un acompañamiento. En Marruecos, suele llenarse el ataifor con distintos platos y que cada cual deguste. La ensalada de berenjena zaalouk casa bien con una baisara fría. Solo se necesitan dos berenjenas cortadas a dados (una pelada y la otra con piel), dos tomates rallados, dos dientes de ajo, cilantro, comino, sal y pimentón. Se hierven las berenjenas, se cuelan y se deshidratan. A fuego lento, se sofríen el tomate rallado, el ajo y el cilantro, con las especias. Se añade la berenjena, se mezcla todo y se mantiene a fuego lento quince minutos más. Si se prepara con un día de antelación y se conserva en la nevera, queda mejor. Así le gustaba a Fatima Mernissi.

De Mernissi se han nombrado centenares de anécdotas, muchas de ellas extraídas de la obra Sueños en el umbral. Memorias de una niña del harén, sin atender a que su única pieza narrativa es una suma de ficción y autobiografía, por lo que ella misma se limitaba a sonreír cuando le abordaban con alguna errónea referencia sobre su pasado. Eso sí, parece ser que tanto su abuela como su madre la educaron para que fuera una mujer luchadora, lúcida e inconformista en la primera mitad del siglo xx y en un país bajo el yugo colonizador de Francia y España. «Fatima, te quiero lejos de la cocina», le repetía su abuela. Si debemos a alguien el concepto de «feminismo islámico» posiblemente sea a Fatima Mernissi, aunque ella no lo acuñara ni utilizase, porque prefería usar otros conceptos más amplios y elaborados, alejándose de discusiones semánticas que no aportan sustancia a las cuestiones fundamentales. Hasta los veinte años tan solo conocía la lengua árabe y, en un ejercicio autodidacta, se apresuró a dominar otros idiomas, que utilizó como herramientas de difusión de sus ensayos, investigaciones y artículos. Así, cuando se le hablaba de conceptos «limítrofes», ella solía responder con frases del estilo: «¿si en árabe hay más de cincuenta formas de decir “te quiero”, a quién se le ocurre usar un solo concepto para hablar de “feminismo” o de “feministas”?».

Licenciada en Ciencias Políticas, completó sus estudios en Francia y Estados Unidos, pero a diferencia de muchas de sus colegas musulmanas optó por regresar a su país, donde ejerció de profesora e investigadora en la Universidad Mohammed V de Rabat. Dos de sus principales obras, El harén político y El velo y la élite masculina, fueron prohibidas en Marruecos por, entre otras cosas, reinterpretar el Corán y los hadices, y repetir que fueron los compañeros de Mahoma quienes, tras su fallecimiento, aprovecharon para limitar los derechos de las mujeres, cuando, al parecer,  era bien sabido que el Profeta, en vida, no lo hubiese permitido. Gran parte de su trabajo académico se sustentó en realizar una interpretación menos androcéntrica del Corán, por lo que se ganó enemistades y censuras que le valieron formar parte de la lista de libros vetados en gran parte del mundo musulmán.

Humanista, socióloga e historiadora, recorrió Marruecos visitando poblados y aldeas alejadas de la urbe para aproximarse y estudiar las diferentes formas de vida de las mujeres marroquíes. El contraste entre los textos académicos y su minucioso trabajo de campo le permitió valorar la condición femenina en el islam con una rigurosa mirada científica. Con la proliferación de los canales árabes por satélite y la aparición de las nuevas tecnologías, Mernissi abogó por relacionar el acceso a la información como herramienta indispensable y empoderadora para mejorar la situación de las mujeres en las sociedades musulmanas. Ya a finales de la década de 1970 realizó un trabajo, por entonces pionero, que vinculaba la alfabetización con el índice de natalidad. Las mujeres que no sabían leer ni escribir habían sido, de media, madres cinco  veces; en cambio, las que sí estaban alfabetizadas solo dos. «La educación se ha revelado como el método anticonceptivo más eficaz», afirmó por entonces, en un afán de «conquistar la igualdad de aspiraciones y derechos».

En 2003 fue la encargada de realizar el pregón de las fiestas de la Mercè y un mes más tarde recibía, junto a Susan Sontag, el premio Príncipe de Asturias de las Letras. En ambos discursos, sustentados a partir de las figuras de Simbad y el Cowboy, transmitió su preocupación por la deriva cultural del mundo globalizado y la construcción del «extranjero»: Simbad —el marino retratado en Las mil y una noches— es un personaje que no interesa porque representa al que aprende y se enriquece con el contacto y el diálogo, mientras que el Cowboy, que con sus armas —en un afán de controlar las fronteras— agrede al extraño, al que considera «otro», es vanagloriado.

Con la llegada del nuevo siglo y aquello conocido como «terrorismo islámico», trabajó para romper el binomio Este-Oeste y discutir las teorías imperantes que afirmaban  la continua lucha de civilizaciones. Se centró entonces en estudios que tenían como objetivo discutir la relación entre violencia y jóvenes, violencia e islam y violencia y pobreza.

En sus últimos años, afirmaba que su condición de mujer, musulmana, viajera, historiadora, socióloga y tantas otras facetas le servía para reafirmarse en que la gran derrota de nuestras sociedades no es la violencia, sino, por una parte, el consumismo banal al que nos ha abocado el capitalismo y, por otra, el deseo masculino de acaparar los lugares de las mujeres.